El reciente caso del uso de perros para entrenamientos militares ha causado profundas reacciones en la ciudadanía ecuatoriana, desde la rabia, el dolor, la indignación y la impotencia.
Y no es para menos, sobre todo porque en esta práctica para “entrenar” a los soldados en combate cuerpo a cuerpo y que logren “comprender” lo que se siente enterrar un arma cortopunzante en un ser vivo, se hace uso de animales indefensos, sometidos al deseo del humano que en este penoso caso, busca matar.
La ciencia ha demostrado la capacidad de los animales de sentir, más aún de aquellos mamíferos superiores que tienen tantas similaridades con nosotros los humanos, pues poseen también un sistema nervioso complejo y sentidos desarrollados los cuales les permiten percibir el mundo que les rodea, procesar estímulos externos, convertirlos en sensaciones y expresarlas a través de su lenguaje corporal y vocal.
¡No es difícil imaginarse el sufrimiento que deben haber experimentado aquellos animales! Injusto es una palabra que le queda muy corta a este terrible acto. Y, lastimosamente, casos así no son nuevos en el mundo.
Ya en el 2008 en Bolivia, un video mostró de la manera más explícita y dolorosa todo el proceso que sufrió un pobre perro al cual lo asesinaron en vivo, y luego el soldado que lo mató se comía sus entrañas. Es un video demasiado doloroso para publicarlo, pocas veces he visto algo así.
Al caso ecuatoriano se suma otro similar en Virginia, Estados Unidos, denunciado hace apenas unos días donde se ve un grupo de miembros de la Guardia Costera utilizando chivos vivos para “simular” posibles heridas humanas y como tratarlas. Los animales patean y vocalizan mientras se les abren las heridas y corta extremidades.
En Bolivia hubo un dictamen que al parecer ha funcionado.
En Estados Unidos esperemos que una resolución llegue pronto.
En Ecuador personalmente me aterra la falta de un pronunciamiento oficial más contundente, y lo único que hay una especie de excusa en una pequeña nota del sitio web del Ministerio de Defensa. Recordemos que el Código Penal ecuatoriano en su artículo 414 señala como infracción de una persona cuando “….sin necesidad, matare a un animal doméstico…”
El uso de animales para el entrenamiento de soldados del ejército era un tema vox-populi desde hace algunos años en el país. Personalmente estuve muy cerca de testimonios similares pero lastimosamente nunca se pudo obtener una prueba fehaciente de estos actos, sobre todo por el temor de los militares que deseaban denunciar pero temían por la terminación de su carrera. Hasta que al fin, por propia iniciativa, un par de ellos de la manera más trágica pero valiosa para la causa animalista, publicaron sus “logros” en sus perfiles de facebook. Pero tomemos en cuenta que no son solo los perros. Los testimonios de la hermana de un soldado comentaban también sobre la práctica de “tiro al blanco” por parte de grupos militares atrincherados en la selva, con guacamayos y loros, monos de diversas subespecies, sahínos, guantas y el premio mayor: grandes felinos como el puma, jaguar y tigrillos.
Enhorabuena por los animales, que todo esto fue expuesto. En mala hora para los seres que fueron asesinados cruelmente.
Y me asalta una pregunta más estremecedora: ¿qué tipo de salud mental tienen estos soldados?¿están las familias y comunidad cercanas a ellos seguros junto a estas personas? ¡A mi me huele que sufren de alguna patología psicológica! ¿No será qué, si tienen la capacidad de matar a un ser sintiente y desarmado de esa manera y jactarse de ello, puedan dar el “salto” hacia otro tipo de seres?, digamos, ¿otro humano? Hay que pensar en eso.
Todas las sanciones que vengan para los responsables no serán suficientes para suplir el dolor que sintieron esos inocentes perros en los últimos y desesperantes minutos de su vida.
Lo que nos queda a los ciudadanos es exigir justicia, la justicia que merecen los animales, los cuales si tienen voz, pero por mala suerte de ellos, es una voz diferente, la cual el humano en la gran mayoría de ocasiones, no está dispuesto a escuchar ni entender.
Animalitos, paz en su tumba…