Los animales destinados a experimentación son utilizados en laboratorios para probar  productos cosméticos, de limpieza, comprobar o descartar teorías psicológicas y médicas; incluso algunos animales son usados en el ámbito de la educación con prácticas como la disección (cortar a un animal muerto) o la vivisección (cortar a un animal vivo para “verificar” el funcionamiento de sus órganos). 

Se estima que aproximadamente 100 millones de animales -entre ellos ratas, ratones, perros, conejos y monos- son usados cada año. Dependiendo del estudio, el animal es sometido a diferentes prácticas que alteran sus funciones nerviosas, endocrinas, neurológicas, inmunes, etcétera.

En nuestro país esta industria no es tan evidente, sin embargo, en el mercado se comercializan muchos productos probados en animales y muchas  Universidades o Centros de investigación no cuentan con protocolos ni comités de ética que verifiquen el cumplimiento de los estándares mínimos que eviten el sufrimiento de los animales. 

En la actualidad existen métodos avanzados no perjudiciales en los que no se utilizan animales. Así mismo, existen decenas de diferentes productos y líneas cosméticas que de manera internacional se han certificado como “no probados en animales”.