Históricamente los seres humanos nos hemos apoyado en diversas especies de animales para realizar labores y actividades, facilitándonos los resultados y contribuyendo a nuestro desarrollo como sociedad. Cuando hablamos de animales destinados a trabajo u oficio, nos referimos a aquellos que nos brindan de manera involuntaria su ayuda para cargar objetos, arrastrar materiales, transportarnos, arar, entre otras diversas labores.

Lastimosamente, en la mayoría de los casos, dichos animales son explotados y maltratados durante toda su vida: criados y entrenados para realizar labores, sometidos a extenuantes jornadas, abandonados a las inclemencias del clima,  obligados a realizar actividades contrarias a su naturaleza, expuestos a situaciones peligrosas como “medios” de transporte o “armas” en manifestaciones callejeras (perros y caballos), etcétera. En todos estos escenarios se ven afectadas su salud física, mental y naturaleza de comportamiento.  

En todo el mundo son muchas las especies utilizadas para estos fines, y particularmente en Ecuador algunos de ellos son caballos, burros, perros, bueyes, vacas, llamas. Estos seres lamentablemente son vistos como objetos y no como sujetos con necesidades propias, por ende, no reciben alimentación adecuada, agua, ni medicina veterinaria y por encontrarse en espacios abiertos pasan días enteros soportando sol y lluvias. La mayoría de ellos mueren por agotamiento o llegan a sufrir heridas muy graves que a corto o largo plazo ocasiona que sus tutores los abandonen a su suerte, los maten y/o reemplacen por otra víctima. 

Para los animales de trabajo u oficio lo que interesa es su “nivel de producción”.